martes, 29 de junio de 2010

Dos Vidas


El doctor Limardi es un hombre joven, prolijo, minucioso. Sus manos se parecen más a las de un bajista, que a las de un obstetra. Retumban sus pasos en un pasillo silencioso y húmedo. Empuja la puerta bamboleante que queda ventilando al viento. Toma la bata, el barbijo, las botas y se las coloca. Olfatea la habitación. Se cepilla las uñas casi con rabia, con soberbia. Las seca y se pone los guantes que se le pegan como amebas. Recuerda en ese instante el sueño incómodo que lo despertó a la madrugada...” ¡Toda una noche de desvelo por esa puta pesadilla! ¡Mierda! ¡Ni se puede descansar últimamente!” Le pregunta a la enfermera si ya ingresaron a la muchacha. “Sí, señor”, contesta Rosa.

El médico camina con decisión hasta la sala contigua. Sobre la camilla fría y metálica, Claudia espera. Había nacido en San Fernando hacía veintitrés años, un dos de febrero.”Tiene los cabellos rubios como el trigo” había dicho su padre. “Será una mujercita inquieta”, predijo la neonatóloga.

En la sala, se escucha un repiqueteo de preguntas sin respuestas. Un dolor agudo como acero la hace contorsionarse. Jadea. Su cabeza gira loca. Busca algo. Jadea, jadea, jadea y llega a una tregua que se convierte en suspiro lejano…el dolor cesa. Y otra vez jadeo. “Inspire, expire, inspire, expire, inspire, expire. Sople, sople”, dice la partera…

…soplo…soplo las velitas…la torta…tiene rulos blancos…un payaso me sonríe…me asusta…no me agrada…soplo, soplo, soplo, jadeo, jadeo, jadeo…

Jadeo mientras busco…un escondite…para que…Tomás…no me encuentre…

¡Ay! … ¡Qué dolor!...en los ri…ñones… ¡Qué molesto!...siempre haciendo trampa!...me descubrió…¡Dios!...¿ Dónde está… tu misericordia?...pujo…pujo…pujo…era lindo Tomás… yo lo quería…después…se mudó…dejé de…verlo…tengo sed…¡Dios, Dios, Dios!...¿ Quién…quién los parió…a estos…monstruos?...quiero gritar…estoy seca…de palabras…jadeo, jadeo…devoraron mis…latidos…fue en la facultad…sí…allí volví…a encontrarlo... se alegró… y me…invitó a la reunión…tocaba la guitarra…respiro y pujo…uuuno…doos…trees…cuaatro…ciinco…seeis…sieete…

Oocho…nueve…diez…respiro…respiro el aire…del campo…la yegua…acaba de dar… a luz… un potrillo blanco…inspiro, expiro…inspiro, expiro… ¿Dejarán que vea…a mi…hijo? ¿Qué rostro tendrá…el futuro?...ahí viene…otra vez…este dolor…macheteando…el presente…me mareo…me mareo…me obligan a jugar…al gallito ciego…no me gusta…siempre Tomás…molestándome… ¡Aaaaaaah!...que no grite…que me calle…esa voz…es la misma…que escuché…cuando los escorpiones…debajo…de las uñas…las ratas…y su olor…a limpio…¡Qué asco!...el dolor no me deja…su perfume…es el mismo…me encontré con Fernando…me habló de traición…no le creí…Tomás no es capaz…llega, llega…¡Ahí viene!...¡ pujá, pujá, putita!...me dice...ocho, nueve, diez…¡ es una niña!...yo quiero que me desaten…la venda…necesito verla…estoy cansada…muy…can…sa…………………………………………………………………

-Tomás Limardi, teléfono- dice Ortiz. El médico se saca los guantes, levanta el tubo, recibe la indicación. Cuelga.

-Oficial, lleve a la niña a lo del Capitán Barris. Lo estará esperando.

-Perdón-interrumpe la enfermera-, la muchacha no reacciona. ¿Qué hacemos?

El doctor queda callado, gira su rostro transpirado, la mira con desprecio y le contesta:

- Un baño de inmersión, Rosa. La rutina.

Para que las Abuelas ganen el Premio Nobel de la Paz y aparezcan los 400 nietos que faltan.

Patricia Agustín

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